hay que matarla a golpes,
hay que darle duro con un palo
y con una pala,
y también con una maza.
Hay que torcerle las manos vacías
y huesudas;
hasta que su sangre
se derrame toda
sobre las casas
y sobre la vida.
Por eso
hay que escribir.
Todos tenemos que escribir;
hasta que la poesía llore:
todos los muertos,
todos los niños perdidos,
todas las mujeres violadas,
todos los desempleados,
todos los viejos que se mueren de pena en los asilos,
y todas las balas que se han tirado.
Por eso
hay que escribir
con el alma
y con el cuerpo
y con la lengua
y con el corazón vibrante
lleno de una primavera
donde abunde la miel,
el trigo
y la leche.
Hay que hacer que la poesía cante,
y hacer que la poesía baile
y que ría
como una muchacha joven.
Para eso
a la poesía:
hay que romperle las piernas
de hacerla correr tanto;
que le estallen los pulmones,
que se le gasten las rodillas,
que corra por todo el mundo:
hasta que valga la pena
y el mundo cambie.