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anexo 1 & 2

1.


Estoy cansado de llegar tarde a tantos lugares en donde no te encuentro,
crepúsculo que abandone en la mañana de un domingo festivo;
luz que en la retina sangra pálida y fatal como un eco ebrio;
como la gutural vibración profana de la tierra oscura que espera mi ser innominado:

así es mi alma
bajo tus pies de arena.

¿ Qué queda de mí,
en esta soledad de huesos arrumbados,
ocultos a tu mirada ?

De mí: pobre infeliz; ausente hasta de la nostalgia,
que llevo en la frente la marca del olvido como cualquier otro animal sin Dios
y piso mi propia sombra rápidamente para no molestar a nadie.


2.



Aún puedo mirar al viejo mar 
con estos viejos ojos y 
sorprenderme de la espuma 
que dejan las olas y 
de la voracidad infantil de las gaviotas...

y olvidar también que te he perdido,

hace tiempo,
hace mucho ya
en algún lugar de mi vida,

amor.


Extravío.


No encuentro las palabras...
así en el silencio;
como esa música que trae el viento
de un verde trigal mareado.

El poema se hace también de lo que no se dice;
boca enmudecida,
arpa que en su tartamudez desnuda el cuerpo,

piedra callada
con un talán talán metálico
de una campana sorda.

Dios se tatuó las espaldas,
yo con iguales dedos acaricio la espalda de mi mujer dormida.

El poema se hace de tierra,
de agua, de peces,
de un barro que es el pan sutil de la nostalgia.

Y en todo; torva palabra que no encuentro
en la oscura madrugada buscada
o hasta que el silencio trague otro nuevo poema.


¡ Eso no importa poeta,
tú; levántate y anda !




Para Golem. miércoles 25.10.2023




La ciudad.

    A quienes tenemos el alma perdida en la nostalgia; la ciudad sabrá tocar la soledad de nuestro corazón sensible, es la vestal que nos acompaña de la mano con su mejor vestido de flor encendida. Mitológico animal que nos envuelve en sus alas torvas: es el paisaje amado que otros ojos miran en nuestros ojos cerrados. Un idioma desarticulado en la vigilia del día. Materno y real en lo profundo de los sueños que
soñamos.
Como otra patria amada pero desconocida,
Como otro océano habitado de peces imposibles.







Desiderata (cosas deseadas).




El tiempo nos forma a su antojo, 

el tiempo es Dios escondido... 

GC. 

 


 

El tiempo es un perro ciego corriendo a una luna roja, el tiempo es un tigre oscuro viviendo en la sangre de un faquir dormido, el tiempo es el ojo del huracán, celeste como el cielo al que desgarra, rodeado de nubes negras, el tiempo es el otro especular a ti mismo escondido en el espejo donde tú te peinas, es la arena donde transcurren los desiertos, la luz de una supernova donde se fusiona el oro, el gotear de las canillas en una casa vieja, el tiempo es el mar que se rompe en las rocas de la costa, 

el tiempo es la pupila abierta de los muertos donde se contemplan los vivos, el tiempo es el titilar de las luciérnagas en un atardecer de estío, 

el tiempo eres tú sosteniendo la tinta que anima al poema, es el universo consciente girando desde su centro incierto, es el pulsar de los átomos de calcio, es el pendular de las arañas en su tela, es lo vital, es el fluir, es el cambiar, la nota musical corrompiendo el cristal efímero del silencio, el tiempo soy yo inconcluso sostenido únicamente por la ilusión del estar, del ser ahora animal, del ayer culpable, del mañana humano que proyecta, el tiempo es mi sangre mestiza en tu interior tibio de hembra, son los pasos que me llevan, los pasos que me traen, los pasos que me pierden, son los pasos que hacen el camino y el paisaje, son los latidos de este corazón que no puede parar en su latir, que no quiere parar de desear, porque el tiempo es todo, porque el tiempo es tiempo, porque el tiempo no existe, porque el tiempo es Dios riéndose de si mismo, de todos, de todo, de nada. 

 

Golem ahora. 



En definitiva:

Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir. 
CB. 


​ la poesía no te va a dar de comer, no te paga el boleto de tren a la oficina, no va a traerte un pan bajo el brazo, no va a cambiar que los perros de Recoleta dejen su caca en la vereda rota o bajo el pie de algún distraído transeúnte, ni que el portero del primero “A” deje de saciar sus ojos hambrientos con las piernas de las colegiales del liceo de señoritas. No va a evitar que Rusia invada Ucrania, ni que China deje el comunismo, menos que en Venezuela se termine el socialismo. No va a hacer en definitiva que en el planeta se termine todos los ismos. No va a facilitarle al Jacinto el que se acueste con Catalina, no va a permitirle a Roxana que se tire de una buena vez por todas a Pamela, ni te va a bajar la gran luna de queso del amor para rayarla sobre tu plato de tallarines con albóndigas, ni te va a llevar a pasear por Ibiza, menos va a lograr que los políticos de tu país dejen de robarle al Estado, ni que el Estado deje de robarnos a todos... prendo mi último cigarrillo y pienso que la poesía no hace nada de esas cosas y eso es mucho para un hombre pobre, tan común como yo, que de vez en cuando trata de escribir y que todavía siente en su corazón adolescente que algunos de sus versos pueden todavía cambiar el mundo. Qué iluso. Ya llega el bus de las 06:45 am., medio cigarrillo queda en el piso de adoquines, con mis ganas de renunciar al trabajo y este poema, que es un bollo de papel pequeñito flotando en el agua de un charco. 


 :) Golem. Recién 18.02.2022







Copyright ©Gustavo Cavicchia.-
Todos los derechos reservados. 

El arpa tartamuda.

Salva un árbol
escribe en papel virtual.

Las letras.

Las letras, poeta: no tienen dueño,
van ciegas, en su giroscopio blanco,
como la luna artera del barranco;
azarosa sonámbula del sueño.

Como la fragua de rojizo leño,
que Hefesto, con su feo perfil franco,
soplo, de su yunque de fierro manco,
para las musas de turbado ceño.

Así cantan, así brincan su loca
danza, las palabras del ser humano,
al ser paridas con divina boca.

O talladas desde la dura mano,
al fijar, en la pacífica roca,
la blanda vida de gris polvo vano.



Marzo 2021.

.




Habitante.




Mi hogar nació del aire,
sus cimientos son
la inconstante arena
y el impredecible océano.

Luna y agua, el hogar abarca
la estepa, la selva y la montaña,

flota en el humo
dejado por las hojas
ardidas en el viento
brumoso del otoño.

Tantas veces
busque su vasto sol
en los dispares pasillos
que huyen del invierno.

De su centro impreciso crece
el ave parda de la siesta
y el lagarto del desierto
que calienta su sangre en el verano.

Libre en la sabana,
pace la gacela temerosa
entre los hambrientos leones,
donde el cielo es tan azul que ciega la mirada.

Mi hogar se formo del fuego;
alborada que incendia la mañana,
como el botón de una rosa ígnea
el corazón levanta su ciudad entre las brasas;

primavera de una niñez exuberante
se presiente en la savia oscura del racimo
y canta en el verdor nuevo de las parras
con una viril sangre americana.

La casa es la extensa tierra,

en los ojos la luz del mundo vaga
dejando su belleza inabarcable
en éste cuerpo hecho a las palabras.





marzo 2021.




No sé mi nombre.

¿No sé mi nombre?

Hay una nota musical nítida en el aire que tiene el afán de buscar la ausente realidad; 
luz sin armonía inmóvil en los espejos desmemoriados;
vidrio luminiscente que dan forma a una mueca espuria al rebotar en la misma superficie plana de la pulida piedra; 
bola de estambre enmarañada que gira sobre sí en un espiral de aguas sonámbulas; 
imagen en el perfil indiferente que forma los reflejos de este inexplicable mundo sordo. 

Arriba aparece la luna suspendida de sí misma,
inocente como la sangre de los castores sin ningún color verdadero en el cielo, 
abarcada de ladridos lejanos, 
de aullidos roncos, 
de maullidos ásperos en los tejados amables,
y de murciélagos analfabetos a la lectura del braille que con bastones de ciego cazan mosquitos epilépticos sorprendidos.

Aquí abajo en este suelo inabarcable minado de cadáveres de cucarachones sin sepultar, 
en toda la oscuridad del cuarto, 
en mi tálamo desordenado, 
cohabitan las criaturas que reptan sólo guiadas por su tacto. 

¿Qué se hizo de mis sueños?:

De mi pecho saltan flores machacadas que dejan un gusto férreo de herrumbre  en la saliva, 

como besos de la boca amplia de una espantosa soledad indiferente. 


Camino todo el tiempo por calles desconocidas, 
veo casas incoherentes,
difuminadas como bosquejos de un acuarelista lego que en trazos de su pluma monocromática va dejando en el papel hambriento su rauda tinta virgen:

Hay árboles inmensos de dedos torcidos en la aridez de los retortuños, 
sosteniendo en sus abiertas manos un cielo cáustico de astros vagabundos 
entre valles negros y sórdidas montañas
que hace una eternidad de años dejaron de estar alegres.

Hay un sendero luminiscente hecho de fósforo
y ceniza descendiendo entre el aquelarre de los jarillales hacia el bajo de la quebrada donde se acumula el polvo indiferente de la lluvia seca de hace toda una vida. 

¿Dónde estará la araña con su tela?
¿Dónde estará el muérdago que de niño
íbamos a buscar con mis abuelos?
¿Dónde está el lagarto matuasto?

En su lugar viene esta tristeza noctámbula 
descalza con pies percudidos, 
que va vistiendo campanarios de palomas sucias; 
vomitando pesados pajarracos oscuros que se arrastran por los bordes de la cama; 
arrojando búhos ciegos de amarga pena contra la pared desnuda; 

y entre el colchón y las sábanas y mi alma abandonada crece el musgo agre de una desolación espesa con el sabor baladí de la ginebra rancia y del cigarrillo encendido antes del alba. 

- ¡Baila tristeza,
amalgamada de recuerdos!-

Lóbrega gitana de mirada perdida en los cristales opacos de la ventana, 
entre las cosas del brumoso jardín, 
entre las hojas turbias de la enredadera innominada.

- ¡Muestra tus dientes;
soberbia bestia de sonrisa desencajada! -

Casquivana de la ocre nostalgia sin benevolencia; 
licenciosa concubina de un lupanar anodino a la espera en el embarcadero tórrido
de un océano en permanente pleamar fecundo de peces proxenetas y agónicos delfines desmembrados: 

eres tan parecida a la muerte; 
tienes sus mismos ojos castaños de rectas pestañas, 
su mismo pecho de sed atragantada en sal acérrima, 
el mismo esqueleto que el viento percusiona indiferente en el ritmo áfono de unos huesos blancos.

Esta noche
espero que me trague el desierto
y me escupa limpio en una humanidad brillante:


Abro los brazos 
en el hastiado madero 
tanto como puedo
para caer en el espacio hueco 
de mi cuerpo 
ausente;

miro el humo
de este buen tabaco 
rubio
subir pesado
como un fantasma
de gris
y metálico dulzor,

hasta dejar
que la endiablada 
pena 
flote
hacia el cielo raso
con las volutas de
mi
alma.


¿Dónde se fueron tantas cosas que amaba?
¿Dónde está mi bicicleta verde intergaláctica?
¿Dónde estará Mariela con su falda?

Cuando despierte buscaré mi nombre
entre el paladar y la lengua como un
extranjero busca un mapa debajo de
su jersey azul...

y buscaré tu nombre
también

(bellísimo verbo que te haces palabra)

entre las ruinas
de esta habitación vacía.




By gustavo cavicchia.
Febrero 2021.






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