XXX

A la poesía:




hay que matarla a golpes,
hay que darle duro con un palo 
y con una pala, 
y también con una maza. 

Hay que torcerle las manos vacías y huesudas;
hasta que su sangre se derrame toda 
sobre las casas
y sobre la vida. 

Por eso hay que escribir. 

 Todos tenemos que escribir;
 hasta que la poesía llore:
 todos los muertos,
 todos los niños perdidos,
 todas las mujeres violadas, 
todos los desempleados,
 todos los viejos que se mueren de pena en los asilos, 
y todas las balas que se han tirado. 

Por eso hay que escribir con el alma 
y con el cuerpo 
y con la lengua
y con el corazón vibrante
lleno de una primavera donde abunde la miel, 
el trigo 
y la leche. 

Hay que hacer que la poesía cante, 
y hacer que la poesía baile 
y que ría como una muchacha joven.

Para eso a la poesía: 

hay que romperle las piernas de hacerla correr tanto; 
que le estallen los pulmones, 
que se le gasten las rodillas, 
que corra por todo el mundo:

hasta que valga la pena 
y el mundo cambie.


 

Es verdad;





 yo he comido como un animal, 
he dormido como un animal, 
he hecho el amor y he tenido miedo como un animal 
pero al final... 
he sido, por todo eso, nada más que un hombre. 





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