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A modo de diario #3

    
                    Hace diez días que me encuentro de licencia en mi casa, esto a raíz de una complicación de una hernia umbilical que estaba graciosamente hace quince años en mi abdomen, tomándome esto yo como si la hernia no existiera para nada. La voluptuosa hernia creció a sus anchas hasta que se atasco en el anillo del ombligo, la bola gigante junto con mi pobre mujer, todos, terminamos en la sala de urgencias del hospital de la mutual, cosa que no le gusto para nada al cirujano de guardia que amablemente dijo - mire, hay que operar ahora mismo, además; usted es un inconsciente, pero bueno, pase, deme sus datos, acuéstese en esa cama-.  

Pasado un tiempo, se saco sangre, se coloco un suero, algunos analgésicos endovenosos, se procedió, detalles más o menos a ingresar al tonto que escribe a la sala de internación con la aprobación de los nuevos cirujanos que ya habían hecho el cambio de guardia con el anterior médico. Algunas buenas horas después fui trasladado bien bañado en bata a los quirófanos del hospital donde el simpático doctor anestesista me explico el procediendo: primero una anestesia raquídea si llevaba más tiempo la cirugía abdominal habría que hacer anestesia general con intubación orotraqueal, la mar en coche, y uso de fentanilo

Finalmente desperté en la habitación del hospital confundido bajo los efectos de variados fármacos. El servicio de la obra social fue excelente: los enfermeros, ordenanzas, médicos, como el resto del personal. Mi mujer, mis padres, hermanos, cuñadas incluidas, felices, con la cirugía, con los dieciochos puntos  que quedaron en la guata (pero que en realidad era un gran bulto dado por la hernia donde antes estaba el ombligo), por suerte, sí se pudo colocar una malla protésica. Salvo por los efectos residuales de la anestesia general (qué fue lo que ocurrió finalmente), la urgencia, se resolvió de maravillas gracias a Dios. 

Pasada una noche de reposo nosocomial, se dio el alta. Ya en casa escribí este poema, el que voy a dejar acá bajo; creo que lo hice por el miedo que sentí y por todas las drogas que usaron esa tarde. El poema se llama Fentanilo, si, disculpen la originalidad. Muchas gracias. 


Un océano crepuscular
va dejando palomas muertas,
con la misma persistencia
que tiene un perro ovejero
al traer una pelota roja
al borde de unos pies descalzos.

Sobre la arena húmeda
de aceite y de petróleo
se preguntó:

-¿por qué tantos pájaros
yacen
bajo mis pies desnudos?-

Él siempre había creído,
que en la costa
sólo habían gaviotas
o pelicanos.

Disfruto por un momento
de ese ardor dulce y meloso
que deja en la piel picosa
el fentanilo.

Después de un tiempo,
que era eterno,
volvió a sentir los ecos
de otro océano
bajo su piel que ardía
de cangrejos
y

cuervos degollados
con cuencas oculares vaciadas
en la gélida playa;
negros,
espesos como el petróleo
de otro nuevo 
y

aterido anochecer :
sin ninguna luz ya
en las pupilas abiertas
de estar muerto.


(18.01.2024)

 

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