Las letras.
Habitante.
Mi hogar nació del aire,sus cimientos sonla inconstante arenay el impredecible océano.Luna y agua, el hogar abarcala estepa, la selva y la montaña,flota en el humodejado por las hojasardidas en el vientobrumoso del otoño.Tantas vecesbusque su vasto solen los dispares pasillosque huyen del invierno.De su centro impreciso creceel ave parda de la siestay el lagarto del desiertoque calienta su sangre en el verano.Libre en la sabana,pace la gacela temerosaentre los hambrientos leones,donde el cielo es tan azul que ciega la mirada.Mi hogar se formo del fuego;alborada que incendia la mañana,como el botón de una rosa ígneael corazón levanta su ciudad entre las brasas;primavera de una niñez exuberantese presiente en la savia oscura del racimoy canta en el verdor nuevo de las parrascon una viril sangre americana.La casa es la extensa tierra,en los ojos la luz del mundo vagadejando su belleza inabarcableen éste cuerpo hecho a las palabras.
marzo 2021.
No sé mi nombre.
¿No sé mi nombre?
¿Qué se hizo de mis sueños?:
De mi pecho saltan flores machacadas que dejan un gusto férreo de herrumbre en la saliva,
como besos de la boca amplia de una espantosa soledad indiferente.
¿Dónde estará el muérdago que de niño
íbamos a buscar con mis abuelos?
- ¡Baila tristeza,amalgamada de recuerdos!-
- ¡Muestra tus dientes;soberbia bestia de sonrisa desencajada! -
espero que me trague el desierto
Abro los brazosen el hastiado maderotanto como puedopara caer en el espacio huecode mi cuerpoausente;miro el humode este buen tabacorubiosubir pesadocomo un fantasmade grisy metálico dulzor,hasta dejarque la endiablada
pena
flotehacia el cielo rasocon las volutas demialma.
¿Dónde está mi bicicleta verde intergaláctica?
De ciudad.
Miro despertar la ciudad dormida
como la vestal mestiza que olvido su pelo
suelto en la noche de un denegre terciopelo
entre viejos autos que huyen a su guarida.
Semáforos y calles que resplandecen
todo es un cuadro difuminado
de luz prisma y plástico contaminado
en las precarias casas que a nadie pertenecen.
Aparece de andrajo una carreta tirada a sangre
por un caballo de color opaco que en el lamento
de sacar fuerzas imposibles relincha su hambre.
Dios se fue a caminar (descalzo) por el firmamento.
Un sol alto muestra su faz de tibieza alegre,
y el carro con su caballo pasa mísero como un osambre.
k
Trate de llevar este poema a soneto. No soy entendido en el tema y reconozco que no es fácil, sobre todo el tema del ritmo acentual y el tipo de versificación usada que no es compatible con las normas del soneto. Igual estoy feliz con el resultado. Dejo abajo la versión que llame Soneto Citadino ó Citadino simplemente. Nota. en el estrambote: dioico del latín dos casas termino usado en botánica.
k
Citadino.
¡Oh bella ciudad!¡Mi vestal herida!
Mestiza orgullosa de negro pelo:
eres un nocturnal de terciopelo
entre autos que huyen en estampida.
Calle y barro… la vereda partida,
el semáforo tuerto contra el cielo,
los techos rotos de plástico en duelo
paren una ranchada desvalida.
Una carretela destartalada,
jala desde su hambre un caballo heroico,
con fuerzas de su osamenta desnuda.
¡Latigazo! ¡Relincho! Crueldad ruda,
en el lomo ciego para la arriada,
corre raudo el pobre animal estoico.
¡Oh ruin destino dioico!
De familia indigente sin alarde,
a mi pulcra vergüenza de cobarde.
Febrero 2021.
[By Gustavo Cavicchia.]
k
El raro caso de Timothy McVeigh.
– amigo, hare lo que pueda, óyeme, seré clara contigo; hay una gran masa metida en tu cabeza, no sé si podré retirar esa cosa sin causar más daño del que ya tienes, volvió a mirar las radiografías forzando la vista hasta el mínimo detalle, luego, miro nuevamente a Timothy a los ojos, con sus fríos ojos celestes de grandes pupilas hendidas; y después de una leve duda que mostro como un temblorcillo en su labio inferior, casi imperceptible, le pregunto,
– ¿tienes mujer… tienes hijos? –
Timothy se sonrojo lo suficiente como para que la rubicundez de sus cachetes fuera evidente y le respondió,
– no doctora, soy soltero y no tengo hijos,-
es mejor, dijo la cirujana, es mucho mejor así.
- ¡Dra. Blackwell! –
exclamo la enfermera y primera ayudante de quirófano,
- ¿¡eso es el tumor!?-,
- sí enfermera Dix, me lleven los mismísimos mil diablos, en mis 23 años de neurocirujana jamás vi cosa así, mira Dorotea, mira esta cosa, es una piedra, una maldita piedra gigante encajada en el cuerpo calloso de este desgraciado cerebro… eeeps… debo tener cuidado con la arteria silviana, bien, parece ser que no está adherida a la cápsula del tumor… si, no… ¡ gracias a dios!.
- ¿de cuántos quilates cree usted que tendrá? -
pregunto, la enfermera primera ayudante,
– no lo sé Dorotea, no lo sé – respondió,
-pero puede pesar unas dieciocho onzas… tal vez-.
- pero vamos a pesarlo ahora mismo para saberlo Dorotea-
y Dorotea Dix bajo la vista, enamorada de los ojos apasionados y encendidos de la Dra. Blackwell.