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En definitiva:

Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir. 
CB. 


​ la poesía no te va a dar de comer, no te paga el boleto de tren a la oficina, no va a traerte un pan bajo el brazo, no va a cambiar que los perros de Recoleta dejen su caca en la vereda rota o bajo el pie de algún distraído transeúnte, ni que el portero del primero “A” deje de saciar sus ojos hambrientos con las piernas de las colegiales del liceo de señoritas. No va a evitar que Rusia invada Ucrania, ni que China deje el comunismo, menos que en Venezuela se termine el socialismo. No va a hacer en definitiva que en el planeta se termine todos los ismos. No va a facilitarle al Jacinto el que se acueste con Catalina, no va a permitirle a Roxana que se tire de una buena vez por todas a Pamela, ni te va a bajar la gran luna de queso del amor para rayarla sobre tu plato de tallarines con albóndigas, ni te va a llevar a pasear por Ibiza, menos va a lograr que los políticos de tu país dejen de robarle al Estado, ni que el Estado deje de robarnos a todos... prendo mi último cigarrillo y pienso que la poesía no hace nada de esas cosas y eso es mucho para un hombre pobre, tan común como yo, que de vez en cuando trata de escribir y que todavía siente en su corazón adolescente que algunos de sus versos pueden todavía cambiar el mundo. Qué iluso. Ya llega el bus de las 06:45 am., medio cigarrillo queda en el piso de adoquines, con mis ganas de renunciar al trabajo y este poema, que es un bollo de papel pequeñito flotando en el agua de un charco. 


 :) Golem. Recién 18.02.2022







Copyright ©Gustavo Cavicchia.-
Todos los derechos reservados. 

El arpa tartamuda.

Salva un árbol
escribe en papel virtual.

Cosas de viejo.

Este viejo habito de tener un blogs en blogger me ha llevado por variopintos caminos, cosa que me parece muy bien, porqué de alguna manera me obliga al acto de seguir con la escritura, que es una manera de continuar pendiente a las acciones de la vida que van tomando significado si solo son documentadas en palabras.

Pienso que el silencio puede llegar a ser una condición atroz.

Hasta mañana si Dios quiere. 




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Apócrifo 👻

Cómo pasa el tiempo, y el agua del arroyo y las nubes que pasan y todo pasa y de nuevo me encuentro en el arpa para dejar un poema, sí, un nuevo poema que es muy triste creo y que por momentos muestra metáforas bellas. Esta vez escrito bajo el seudónimo de Golem. Pasa que muchas veces yo no puedo escribir estas cosas. Claro. Es verdad. yo no escribo. Solo paso con  el tiempo 💀.



 

 para GC.

Amigos; traigo ésta muerte,
ésta pobre muerte desnuda ya de mí,
ya sin recuerdos,
anónima y desvalida
como una viuda joven,
como una anciana mujer que mira en su espejo,

casi sin luz
la habitación desordenada,
y busca
un poco de todo
en la nada,
aunque sea un último destello.

Tú, que pudiste nacer de pie sobre la tierra brava,
la tez de tu mejilla clara soberana también del
frío áspero suelo.

¡Cómo te envidio!

Espero, me
perdones el temblor en los ojos,
ese observar de pájaro sin árboles.

Perdona.

Soy algo que se apaga apenas en el aire
por su propio peso.

Cobardía de haber nacido sordo al ronco rugir de un corazón mestizo.

Amigos;
brinden por mi alma delgada
antes de que se desvanezca la apócrifa bruma amanecida
en el sol del mediodía.

¡Brinden!

¡Por mi alma quemada!

¡Oh mi pobre alma ardiente!

Soy como la arena que se deja caer lenta
hacia el río, como la sed del agua que hace
braza en el brote nuevo de la selva mustia
o la salvaje piedra donde duerme el dócil animal
azul del horizonte.

Y ahora... amigos, llevo esta muerte prendida al ojal del saco
como un clavel nocturnal preñado en oscura tinta blanda.

Negra la sangre y la mirada.

Negra la esperanza.

Calada está hasta en el más blanco y pequeño de mis huesos,

irremediable y amada.


Golem 14 de octubre 2021.



Las letras.

Las letras, poeta: no tienen dueño,
van ciegas, en su giroscopio blanco,
como la luna artera del barranco;
azarosa sonámbula del sueño.

Como la fragua de rojizo leño,
que Hefesto, con su feo perfil franco,
soplo, de su yunque de fierro manco,
para las musas de turbado ceño.

Así cantan, así brincan su loca
danza, las palabras del ser humano,
al ser paridas con divina boca.

O talladas desde la dura mano,
al fijar, en la pacífica roca,
la blanda vida de gris polvo vano.



Marzo 2021.

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Habitante.




Mi hogar nació del aire,
sus cimientos son
la inconstante arena
y el impredecible océano.

Luna y agua, el hogar abarca
la estepa, la selva y la montaña,

flota en el humo
dejado por las hojas
ardidas en el viento
brumoso del otoño.

Tantas veces
busque su vasto sol
en los dispares pasillos
que huyen del invierno.

De su centro impreciso crece
el ave parda de la siesta
y el lagarto del desierto
que calienta su sangre en el verano.

Libre en la sabana,
pace la gacela temerosa
entre los hambrientos leones,
donde el cielo es tan azul que ciega la mirada.

Mi hogar se formo del fuego;
alborada que incendia la mañana,
como el botón de una rosa ígnea
el corazón levanta su ciudad entre las brasas;

primavera de una niñez exuberante
se presiente en la savia oscura del racimo
y canta en el verdor nuevo de las parras
con una viril sangre americana.

La casa es la extensa tierra,

en los ojos la luz del mundo vaga
dejando su belleza inabarcable
en éste cuerpo hecho a las palabras.





marzo 2021.




No sé mi nombre.

¿No sé mi nombre?

Hay una nota musical nítida en el aire que tiene el afán de buscar la ausente realidad; 
luz sin armonía inmóvil en los espejos desmemoriados;
vidrio luminiscente que dan forma a una mueca espuria al rebotar en la misma superficie plana de la pulida piedra; 
bola de estambre enmarañada que gira sobre sí en un espiral de aguas sonámbulas; 
imagen en el perfil indiferente que forma los reflejos de este inexplicable mundo sordo. 

Arriba aparece la luna suspendida de sí misma,
inocente como la sangre de los castores sin ningún color verdadero en el cielo, 
abarcada de ladridos lejanos, 
de aullidos roncos, 
de maullidos ásperos en los tejados amables,
y de murciélagos analfabetos a la lectura del braille que con bastones de ciego cazan mosquitos epilépticos sorprendidos.

Aquí abajo en este suelo inabarcable minado de cadáveres de cucarachones sin sepultar, 
en toda la oscuridad del cuarto, 
en mi tálamo desordenado, 
cohabitan las criaturas que reptan sólo guiadas por su tacto. 

¿Qué se hizo de mis sueños?:

De mi pecho saltan flores machacadas que dejan un gusto férreo de herrumbre  en la saliva, 

como besos de la boca amplia de una espantosa soledad indiferente. 


Camino todo el tiempo por calles desconocidas, 
veo casas incoherentes,
difuminadas como bosquejos de un acuarelista lego que en trazos de su pluma monocromática va dejando en el papel hambriento su rauda tinta virgen:

Hay árboles inmensos de dedos torcidos en la aridez de los retortuños, 
sosteniendo en sus abiertas manos un cielo cáustico de astros vagabundos 
entre valles negros y sórdidas montañas
que hace una eternidad de años dejaron de estar alegres.

Hay un sendero luminiscente hecho de fósforo
y ceniza descendiendo entre el aquelarre de los jarillales hacia el bajo de la quebrada donde se acumula el polvo indiferente de la lluvia seca de hace toda una vida. 

¿Dónde estará la araña con su tela?
¿Dónde estará el muérdago que de niño
íbamos a buscar con mis abuelos?
¿Dónde está el lagarto matuasto?

En su lugar viene esta tristeza noctámbula 
descalza con pies percudidos, 
que va vistiendo campanarios de palomas sucias; 
vomitando pesados pajarracos oscuros que se arrastran por los bordes de la cama; 
arrojando búhos ciegos de amarga pena contra la pared desnuda; 

y entre el colchón y las sábanas y mi alma abandonada crece el musgo agre de una desolación espesa con el sabor baladí de la ginebra rancia y del cigarrillo encendido antes del alba. 

- ¡Baila tristeza,
amalgamada de recuerdos!-

Lóbrega gitana de mirada perdida en los cristales opacos de la ventana, 
entre las cosas del brumoso jardín, 
entre las hojas turbias de la enredadera innominada.

- ¡Muestra tus dientes;
soberbia bestia de sonrisa desencajada! -

Casquivana de la ocre nostalgia sin benevolencia; 
licenciosa concubina de un lupanar anodino a la espera en el embarcadero tórrido
de un océano en permanente pleamar fecundo de peces proxenetas y agónicos delfines desmembrados: 

eres tan parecida a la muerte; 
tienes sus mismos ojos castaños de rectas pestañas, 
su mismo pecho de sed atragantada en sal acérrima, 
el mismo esqueleto que el viento percusiona indiferente en el ritmo áfono de unos huesos blancos.

Esta noche
espero que me trague el desierto
y me escupa limpio en una humanidad brillante:


Abro los brazos 
en el hastiado madero 
tanto como puedo
para caer en el espacio hueco 
de mi cuerpo 
ausente;

miro el humo
de este buen tabaco 
rubio
subir pesado
como un fantasma
de gris
y metálico dulzor,

hasta dejar
que la endiablada 
pena 
flote
hacia el cielo raso
con las volutas de
mi
alma.


¿Dónde se fueron tantas cosas que amaba?
¿Dónde está mi bicicleta verde intergaláctica?
¿Dónde estará Mariela con su falda?

Cuando despierte buscaré mi nombre
entre el paladar y la lengua como un
extranjero busca un mapa debajo de
su jersey azul...

y buscaré tu nombre
también

(bellísimo verbo que te haces palabra)

entre las ruinas
de esta habitación vacía.




By gustavo cavicchia.
Febrero 2021.






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