XXX

Silencioso




Toma mi mano: es un viaje largo, estas son las primeras baldosas amarillentas con esas guardas oscuras que no dicen nada pero que recuerdan a las cosas viejas; como esos trenes de vapor levantando la nieve espesa en nubes de helados de limón. Un poco más allá, -no te preocupes, son algunos pequeños pasos solamente-están las primeras macetas de terracota con sus plantas carnosas de nombres a veces graciosos: la rustica cola de burro, la planta de jade con su florecilla rosada, la aterida Katy flamig que siempre quiere su bufanda, la aloe vera tan medicinal en ocasiones.

La pared de adobe salobre nos está guiñando un ojo,
con qué sutil dulzura hace su vaivén de pestañas descascaradas, el sol crepuscular pone más bella aún la hiedra que se cubre con una luminiscencia aterciopelada, hay arañas allí, sus telas desprolijas están quietas en el aire ausente, péndulan, ansiosas, listas, golosas; ávidas de moscas o de mosquitos desavenidos para sus trampas estratégicas de seda imperceptibles. -Mira- esa es la canilla del patio, es tan vieja como la casa, de gota en gota va marcando la liquida temporalidad que pasa hace más de cien años; ¿ cuántas lunas fueron rodando en este patio hasta hoy ? -Imagina- la luna de queso, el amor imposible de las lauchas, girando por este patio de baldosas de un amarillo marchito.

Un poco más allá hay otra puerta, es de madera ajada,
mal pintada por la desidia, da al fondo de la casa, -podemos ir, no temas, no sueltes mi mano;- vamos hacia dónde viven los agapantos, los rosales con sus rosas de sensualidad aturdida, hay mucho césped allí,
si miras hacia arriba suspendido esta un colibrí, con todos los colores de fucsia de verde encendido, vuela a confundirse con la oscuridad de las marquesas.

Podemos inventariar las nubes recostados en el suelo del jardín, ver sus formas cambiantes de un daguerrotipo azaroso contra el celeste intenso lejano; ese otro mar cóncavo mirado desde abajo, caracolas sinfónicas de arena tintinean en lo alto; la lunática mujer del sol suelta su blanco pelo de eternidad distante, baila la tarde soleada como una joven gitana bajo la luna; se nos va metiendo el cielo en el alma suspendida, corre bajo nuestro cuerpo aguas de tiempos precámbricos; desde un casi imposible primer segundo
con la probabilidad toda de no ser nunca, hasta el sí fue, en un colosal estallido primigenio de la luz gestada del cosmos a historia irrevocable de un planeta que agoniza intoxicado en largos gemidos de cetáceos cantores, distorsionados por el bochinche de cuantiosísimos quintales plásticos botados en los océanos, únicamente por la ambiciosa imbecilidad irracional de los humanos.

Siente cómo crece la sombra fatigada de los árboles; sensible sonámbula del reloj fantasioso de los calendarios; -pero ya estamos aquí, a pesar de mí y de tu miedo-, no fue fácil llegar; donde el nuevo color del pasto virgen crece en nuestras espaldas adoloridas, donde nos va cubriendo con pequeñísimas
manos húmedas de savia cristalizada, donde nos vamos hundiendo en un tobogán larguísimo, lento suave pesado descenso inexorablemente hacia dónde viven tantas cosas adoradas, quien sabe, cosas que ya no son, que fueron.

Nos hundimos con los sueños encadenados a los tobillos de sendas esclavas de obligaciones nuevas, viajamos a la tranquilidad de nuestra madre inmensa, hacia la oscura tierra, blanda, minuciosa, terrible en la verdad de estar vivo, tan libre de perjuicios, pero tan justa, sí, aquí, junto a tantos seres que extrañamos, intensamente amados, insoportablemente muertos, en esta profundidad aguda, honda profundidad de magma callado, aquí donde pulsa el compas del mundo la música de su rotar ingrávido, tan cerca como se pueda, en su sincronismo planetario eterno de comprensivo padre bonachón... -voy a dejarte abandonado, no temas, ahora tengo que irme-; se me hace tarde, me espera el trabajo inevitable, las obligaciones, los bancos, los boletos de tren para ir una ciudad absurda, el egoísmo citadino, los malditos automóviles, la agria oficina atestada de expedientes, todo lo gris de no ser poesía.

Se ha hecho tarde, muy tarde ya, otro día regreso a buscarte, te lo prometo, tengo que irme ahora, pero quédate tú, en este lugar hondísimo pobre corazón, mi pobre corazón silencioso, te prometo que voy a buscarte, pero quédate aquí, por favor, latiendo hasta que vuelva.



por Gustavo Cavicchia.
https://elarpatartamuda.blogspot.com/

A modo de diario #3

    
                    Hace diez días que me encuentro de licencia en mi casa, esto a raíz de una complicación de una hernia umbilical que estaba graciosamente hace quince años en mi abdomen, tomándome esto yo como si la hernia no existiera para nada. La voluptuosa hernia creció a sus anchas hasta que se atasco en el anillo del ombligo, la bola gigante junto con mi pobre mujer, todos, terminamos en la sala de urgencias del hospital de la mutual, cosa que no le gusto para nada al cirujano de guardia que amablemente dijo - mire, hay que operar ahora mismo, además; usted es un inconsciente, pero bueno, pase, deme sus datos, acuéstese en esa cama-.  

Pasado un tiempo, se saco sangre, se coloco un suero, algunos analgésicos endovenosos, se procedió, detalles más o menos a ingresar al tonto que escribe a la sala de internación con la aprobación de los nuevos cirujanos que ya habían hecho el cambio de guardia con el anterior médico. Algunas buenas horas después fui trasladado bien bañado en bata a los quirófanos del hospital donde el simpático doctor anestesista me explico el procediendo: primero una anestesia raquídea si llevaba más tiempo la cirugía abdominal habría que hacer anestesia general con intubación orotraqueal, la mar en coche, y uso de fentanilo

Finalmente desperté en la habitación del hospital confundido bajo los efectos de variados fármacos. El servicio de la obra social fue excelente: los enfermeros, ordenanzas, médicos, como el resto del personal. Mi mujer, mis padres, hermanos, cuñadas incluidas, felices, con la cirugía, con los dieciochos puntos  que quedaron en la guata (pero que en realidad era un gran bulto dado por la hernia donde antes estaba el ombligo), por suerte, sí se pudo colocar una malla protésica. Salvo por los efectos residuales de la anestesia general (qué fue lo que ocurrió finalmente), la urgencia, se resolvió de maravillas gracias a Dios. 

Pasada una noche de reposo nosocomial, se dio el alta. Ya en casa escribí este poema, el que voy a dejar acá bajo; creo que lo hice por el miedo que sentí y por todas las drogas que usaron esa tarde. El poema se llama Fentanilo, si, disculpen la originalidad. Muchas gracias. 


Un océano crepuscular
va dejando palomas muertas,
con la misma persistencia
que tiene un perro ovejero
al traer una pelota roja
al borde de unos pies descalzos.

Sobre la arena húmeda
de aceite y de petróleo
se preguntó:

-¿por qué tantos pájaros
yacen
bajo mis pies desnudos?-

Él siempre había creído,
que en la costa
sólo habían gaviotas
o pelicanos.

Disfruto por un momento
de ese ardor dulce y meloso
que deja en la piel picosa
el fentanilo.

Después de un tiempo,
que era eterno,
volvió a sentir los ecos
de otro océano
bajo su piel que ardía
de cangrejos
y

cuervos degollados
con cuencas oculares vaciadas
en la gélida playa;
negros,
espesos como el petróleo
de otro nuevo 
y

aterido anochecer :
sin ninguna luz ya
en las pupilas abiertas
de estar muerto.


(18.01.2024)

 

anexo 1 & 2

1.


Estoy cansado de llegar tarde a tantos lugares en donde no te encuentro,
crepúsculo que abandone en la mañana de un domingo festivo;
luz que en la retina sangra pálida y fatal como un eco ebrio;
como la gutural vibración profana de la tierra oscura que espera mi ser innominado:

así es mi alma
bajo tus pies de arena.

¿ Qué queda de mí,
en esta soledad de huesos arrumbados,
ocultos a tu mirada ?

De mí: pobre infeliz; ausente hasta de la nostalgia,
que llevo en la frente la marca del olvido como cualquier otro animal sin Dios
y piso mi propia sombra rápidamente para no molestar a nadie.


2.



Aún puedo mirar al viejo mar 
con estos viejos ojos y 
sorprenderme de la espuma 
que dejan las olas y 
de la voracidad infantil de las gaviotas...

y olvidar también que te he perdido,

hace tiempo,
hace mucho ya
en algún lugar de mi vida,

amor.


Extravío.


No encuentro las palabras...
así en el silencio;
como esa música que trae el viento
de un verde trigal mareado.

El poema se hace también de lo que no se dice;
boca enmudecida,
arpa que en su tartamudez desnuda el cuerpo,

piedra callada
con un talán talán metálico
de una campana sorda.

Dios se tatuó las espaldas,
yo con iguales dedos acaricio la espalda de mi mujer dormida.

El poema se hace de tierra,
de agua, de peces,
de un barro que es el pan sutil de la nostalgia.

Y en todo; torva palabra que no encuentro
en la oscura madrugada buscada
o hasta que el silencio trague otro nuevo poema.


¡ Eso no importa poeta,
tú; levántate y anda !




Para Golem. miércoles 25.10.2023




Aforismo


De tanto caer aprendí a disfrutar desde el suelo a las estrellas. GC





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