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Poema de amor triste.


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   Esta soledad es un cristal.
   Su luz escapa al mar,
   a la profundidad de un prisma azul

    rápido como los espejos:

es como el fuego el agua
brillando en las escamas de un pez espada atrapado
en el grifo del patio.

Pasa la tarde terca sobre el césped quieto,
en el aire esta el resplandor del sol,
es como el agua ingrávida la tarde
donde la soledad camina desnuda.

Tú no estas.

No se escucha música.
Algunas hormigas son ágiles y oscuras,
corren por el alambre de la ropa;

pasan alto las nubes sin rumbo y los aviones
absurdos.

Voy a perseguir un poco esta melancolía donde existes

pero cada vez es más fácil estar perdido en el lila
de los lirios.


   Así la soledad
   ha formado un aleph de todo lo vívido;
   se ha tragado al mar con su pez, su espada y las escamas...
a     la luz con sus espejos,

al sol que pasa alto con sus sombras.

Y a mí
con tu recuerdo.


Mendoza Domingo, 
17 de agosto de 2014.



El último poema de Juan.



Verdad es


Cada día
me acerco más a mi esqueleto.
Se está asomando con razón.
Lo metí en buenas y en feas sin preguntarle nada,
él siempre preguntándome, sin ver
cómo era la dicha o la desdicha,
sin quejarse, sin
distancias efímeras de mí.
Ahora que otea casi
el aire alrededor,
qué pensará la clavícula rota,
joya espléndida, rodillas
que arrastré sobre piedras
entre perdones falsos, etcétera.
Esqueleto saqueado, pronto
no estorbará tu vista ninguna veleidad.
Aguantarás el universo desnudo.




Pensamiento de hoy.






En mis momentos de mayor desesperación existen dos cosas que me aterran y me fascinan al mismo tiempo del universo; la primera es la inmensa complejidad que encierra y cuya resultante final, su mayor expresión, es la creación de la vida consciente y lo segundo; es la absoluta falta de sentido que esta tiene. GC.







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Wally.
Salva un árbol escribe en papel virtual. Apoemas.

A la poesía:




hay que matarla a golpes,
hay que darle duro con un palo 
y con una pala, 
y también con una maza. 

Hay que torcerle las manos vacías y huesudas;
hasta que su sangre se derrame toda 
sobre las casas
y sobre la vida. 

Por eso hay que escribir. 

 Todos tenemos que escribir;
 hasta que la poesía llore:
 todos los muertos,
 todos los niños perdidos,
 todas las mujeres violadas, 
todos los desempleados,
 todos los viejos que se mueren de pena en los asilos, 
y todas las balas que se han tirado. 

Por eso hay que escribir con el alma 
y con el cuerpo 
y con la lengua
y con el corazón vibrante
lleno de una primavera donde abunde la miel, 
el trigo 
y la leche. 

Hay que hacer que la poesía cante, 
y hacer que la poesía baile 
y que ría como una muchacha joven.

Para eso a la poesía: 

hay que romperle las piernas de hacerla correr tanto; 
que le estallen los pulmones, 
que se le gasten las rodillas, 
que corra por todo el mundo:

hasta que valga la pena 
y el mundo cambie.


 


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