A cinco minutos.
Te conozco…
sé de tu lugar,
donde el silencio se pierde
en la tarde
y el viento lleva todo,
hojas,
pájaros,
árboles,
dejando amarga
junto a un desierto
de esperanza,
el alma,
donde la lluvia es fuego,
ruido de cristal roto naufragado
en el espanto
sin la mínima zozobra.
•
Me entiendes despoblado,
liso,
llano,
inventado en este invierno,
dando una razón patibularia
para no quebrar el llanto
de la vida quieta
sobre el mantel apenas puesto
completo de violetas y azahares
que tú,
con frías manos
despojas de la mesa.
Te conozco.
•
Transeúnte
de mil puertos ávidos
de gaviotas blancas,
noche enlutada como un pozo ciego.
Te conozco.
•
Certera en tu estocada,
tenaz
al puñal cruel
del tiempo,
mercenaria
útil a un fin
no claro para mí.
Te conozco.
•
Puedo más que tú,
al menos
por momentos,
sin sentirme tentado
a revolcarme
en el estiércol del camino,
perro hambriento,
acorralado en la angustia
de existir sin propósito definido.
Te conozco.
•
Siempre rondas
trémulas preguntas
que caen en el encéfalo,
cansado
de cuestionarse
siempre
si el iris convexo
que veo en los espejos
pertenece a mí
o eres tú,
con tu mirar
de sedienta jauría abigarrada
en noches espantosas,
la que directamente
me ve a la cara.
Te conozco bien.
¿Pero, quién esta seguro?...
de no estar a cinco minutos de la Nada.
Copyright ©Gustavo Cavicchia.-
Copyright © Gustavo Cavicchia.
-Todos los derechos reservados